P. Núñez: Católicos y Protestantes ante la Biblia (2ª parte)

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Transcripción del libro del mismo nombre escrito por el sacerdote argentino David Núñez.

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Ver la 3ª parte

Capítulo 4 – Fuentes positivas doctrinales y de fe protestantes

Continuación

15 – Porque en efecto, así como en la Iglesia Católica la regla de fe es tan inmutable como la verdad absoluta, que nunca hay que reformar ni puede reformarse en lo más mínimo, porque en ella no cabe error; así, por lo contrario, la regla de fe protestante jamás pudo ni podrá permanecer inmutable, por la profunda razón que señala Tertuliano: «La herejía empezó por innovar, eso es, la dio el ser la innovación, porque si no fuera por ella no hubiera nacido, y no muda de naturaleza sino que sigue siempre innovando»

Y esto es tan evidente que tiene que ser así. Porque todas las cosas se conservan por el mismo principio que las dio el ser. A la Iglesia Católica la dio el ser la unidad, que viene de Dios, y por eso fue y sigue siendo siempre perfectamente una desde su mismo principio; a la herejía se lo dio la desunión, que viene de Satanás; y por eso sin la unidad, que es esencial a la Iglesia católica, la herejía, el protestantismo, no puede subsistir y tiene necesariamente que perecer, porque dice el Señor: «Todo reino dividido, perecerá» (Mt 12,25)

16 – Por eso esta cuestión de la división entre sí como signo infalible de falsedad y destrucción, les ha sido siempre tan molesta a los protestantes y se esfuerzan con tanto empeño por eliminarla o eludirla, sin que logren con todos sus grandísimos esfuerzos salir del enorme aprieto en que los pone. ¡Es que en vano se lucha contra la naturaleza de las cosas!

Y para ello han dado a veces soluciones tan ridículas, que duda uno si habrán salido de alguien que no esté enteramente en sus cabales (2).

Véase, si no, lo que dice el pastor protestante Moisés Torregrosa en su opúsculo «Hagamos Luz», quien pretende desentenderse de ella con este cúmulo de dislates:

«El Catolicismo romano también está dividido en sectas. ¿Qué entre los protestantes hay Metodistas, Presbiterianos, Bautistas, Anglicanos, Luteranos, Pentecostales y otros? En la Iglesia Romana hay Jesuitas, Franciscanos, Dominicos, Mercedarios, Carmelitas, Escolapios, Salesianos, Capuchinos, Redentoristas, Sagrado Corazón, Marianos, Agustinos y muchos otros…» Camilo Crivelli, Directorio Protestante de la América Latina, página 24.

¡Vaya hombre! Hasta ahora todo el mundo creía que el hábito no hace al monje, pero este buen señor nos ha descubierto lo contrario.

Como si los Jesuitas, por ejemplo, pudieran comparare con la secta v.gr. de los «Pastoricidas», cuyo furor se ensañaba contra los pastores dándoles muerte dondequiera que los encontraba. O como si los Dominicos pudieran compararse con los «Latitudinarios» que conceden pueden salvarse las sectas más contrarias al cristianismo. O los Salesianos con los «Abecedaristas» los cuales afirmaban que para salvarse no había que saber leer, etc. ¡Y todo ellos inspirados por el Espíritu Santo al leer la Sagrada Escritura, libremente interpretada. ¡Risumteneatis! … (3)

Otros, para realizar esa tan deseada unión que cubra su vergüenza, o al menos para que exteriormente no aparezca en toda su desnudez; han propuesto como medio de unión una fórmula común de fe que pudiera ser admitida por todos, descendiendo tanto en las concesiones, que para ello hubiera bastado «Reconocer a Jesucristo como Salvador y Señor» (4).

Finalmente, y para no alargarnos demasiado, vamos a citar las palabras del obispo protestante Oldhan, para quien creer o no en la divinidad de Jesucristo son «diferencias de ideas sobre asuntos secundarios» que no impiden la unidad de pensamiento y acción (véase P. Bayle, La Cruz y el Dólar); y las del Deán de Carlisle, doctor Rashdal, que propuso en el Congreso anglicano del Colegio de Girton, en Cambridge, la blasfemia de que: «la divinidad de Jesucristo no es dogma que se puede imponer a los fieles en los tiempos actuales», blasfemia que ¡fue aprobada por el Congreso! (5)

¿Para qué seguir? El lector podrá juzgar por sí mismo qué clase de religión de Cristo puede ser esa que de esa manera tan desbocada disparata y blasfema de Cristo.

17 – A esa necesidad de unión precisamente se deben esas confesiones o reglas de fe de que venimos hablando; reglas puramente de aproximación o conveniencia, en las cuales, a fuerza de sutilezas, rodeos, equívocos, concesiones mutuas que no sólo decapitan la unidad de la fe, sino que la pulverizan para encontrar un mínimo de verdad que puedan admitir todos a costa de la verdadera fe y sin negar su propia fe personal; pretenden formar una especie de Credo común que exprese aquellos artículos de fe o puntos fundamentales de consentimiento común obligatorios a sus Iglesias, y remediar así sus divisiones doctrinales por medio de la negación, o lo que es igual de la protesta, que no en vano llaman ¡protestantes!

Pero ya se ve lo que podrá salir de ahí.

Expondremos sucintamente el origen de los principales Símbolos, o sea, los de la «Reforma» primera, y los de las otras «Reformas» sucesivamente o simultáneas, pero tales que cada una de ellas pretendía «reformar» a las demás.

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A – Símbolos Luteranos

18 – Al día siguiente de nacer, como quien dice, la Pseudo-reforma y por ella, comenzaron las disensiones religiosas en Wittemberg, las cuales se fueron agravando y envenenando cada vía más, y tanto que amenazaban con asolar toda Alemania.

Tres años estuvo rigiendo interiormente comprimida la tormenta, hasta que por fin estalló furiosa o incontenible en la dieta de Spira el año 1529.

Los católicos pidieron que antes de conocer el resultado de las negociaciones que se entablaron, no se hiciera ninguna innovación doctrinal; pero algunos príncipes que asistían a la dieta protestaron (6) contra tales exigencias y amenazaron con abolir en sus Estados todo el resto de la religión antigua. Para ello fundaron una liga basada en 19 artículos, que vinieron a ser la base de la «Confesión de Ausburgo».

19 – En efecto, Carlos V, con el fin de ver su podía pacificar a Alemania, reunió en 1530 una dieta en Ausburgo, en la cual se había de examinar y concordar la doctrina y aplacar los ánimos de ambas partes contendientes: protestantes y católicos.

Melanchton fue el designado como teólogo para exponer la doctrina protestante, y su escrito basado en los 19 artículos mencionados, fue en adelante la «Confesión de Ausburgo».

Mas como los católicos no pudieran de ninguna manera asentir ni firmar la fórmula de Melanchton, y eso que este se había esforzado por mitigar y rectificar en muchos puntos las doctrinas de Lutero, sino que al contrario, las refutaron moderada pero victoriosamente; Melanchton redactó una defensa, que más tarde pasó a formar el segundo de los símbolos luteranos con el nombre de «Apología», en la cual ya varía mucho la doctrina de la anterior; variación que ha continuado haciéndose en delante de mil maneras.

Pero las dietas o conferencias se sucedían y nada se adelantaba; al contrario, los ánimos se encontraban más y más cada vez.

20 – En estas circunstancias, Paulo III convocó un Concilio ecuménico en Mantua para el 1537, e invitó a él a los protestantes. Estos comisionaron a Lutero para redactar una breve exposición de su doctrina que sirviera como de base a la unión entre ambas iglesias. Lutero, efectivamente, la hizo como si ya no le bastase la primera. Pero el Concilio no pudo realizarse por varios obstáculos, y el escrito de Lutero quedó reconocido entre sus secuaces como el símbolo de fe con el nombre de «Artículos de Smalkalda».

21 – Mas esta tampoco satisfizo, y la discordia continuaba minando a la Pseu-reforma misma, de tal suerte que, a la muerte de Lutero, el canciller de la universidad de Tubinga se creyó en el deber de oponer una «Fórmula Ortodoxa» a las innovaciones que amenazaban el evangelismo primitivo, creyendo que con ella zanjaría toda futura innovación y obtendría una unión universal y paz inalterable.

22 – Esta «Fórmula Ortodoxa» es conocida con el nombre de: «Libro de la Concordia» y también con el de: «Libro de la Montaña» por razón de que Selleneker, tomando por base el Libro de la Concordia, compuso su «Epítome» y «Declaración Sólida», de que consta el Libro de la Montaña, y le dio la última mano en un monasterio denominado La Montaña, cerca de Mademburgo.

23 – A estos cuatro Símbolos luteranos suele añadirse el «Catecismo Pequeño» y el «Gran Catecismo» de Lutero, recibidos por muchos de sus adeptos en la categoría de Símbolos.

B – Símbolos Reformados

24 – Era inútil: la semilla echada empezaba a producir su fruto. Porque si Lutero y los que le seguían tenían sus opiniones, había otros que tenían también las suyas tan buenas (o mejor dicho, tan malas o peores, pero tan consecuentes) o más que las de ellos; y así al mismo tiempo que los primeros presentaban a Carlos V la Confesión de Ausburgo, los que no quisieron aceptarla le presentaron otra que fue publicada en cuatro ciudades del imperio, y es llamada por eso la: «Confesión Tetrapolita».

Mas como esta tampoco satisfizo a quienes opinaban que Cristo no estaba realmente en la Sagrada Eucaristía, sino que estaba solo en sentido figurado; cada cual quiso tener la suya, y así vemos nacer en Suiza en 1532 otras tres confesiones diferentes, conocidas con el nombre de: «Las tres Confesiones Suizas».

25 – Y por semejante manera fueron apareciendo otras y otras: una en Inglaterra en 1533 llamada de: «Los 29 Artículos» o el «Símbolo de la Iglesia Anglicana», que después fue modificado y promulgado definitivamente por la reina Isabel en 1562, y es conocido con el nombre de: «Los 39 Artículos de Fe». Repare bien el lector en ese: «De Fe».

26 – Los calvinistas franceses no se conformaron, es decir, protestaron y así dirigidos por Antonio Chantieu, predicador «reformado», publicaron también su fórmula propia de la de en 1559. Repare bien el lector: fórmula propia de fe. Esto es: la fe propia, no de la fe de Cristo, sino la propia.

Lo mismo hicieron los calvinistas de los Países Bajos, que publicaron en 1562 otro Símbolo compuesto por Gui de Brés y otros teólogos.

Otro tanto hizo el conde palatino Federico III, quien después de haber renegado del luteranismo abrazó el calvinismo y publicó en 1562 su famoso «Catecismo de Heidelberg» o «Catecismo del Palatinado», obra clásica entre ellos, y que fue admitida en muchas iglesias entre los Símbolos de fe reformados.

27 – Pero como dice muy bien Moehler, de quien vamos tomando y resumiendo estos datos, 2los nuevos príncipes convertidos se imaginaban dentro de la Reforma que mientras por una parte creían en la infalibilidad de cada cristiano, por otra se consideraban obligados a pensar por sus súbditos, y así, que su razón particular remplazaba como norma suprema a la razón de todos los demás. De ahí que, a la muerte del recientemente nombrado Federico III, su hijo Luis abjurase del calvinismo y, echando a todos los predicadores calvinistas, restauró de nuevo el luteranismo. Pero he aquí que sube un nuevo Federico y restablece el calvinismo, haciendo sufrir a los ministros luteranos la misma suerte que les habían hecho experimentar sus adversarios en el reinado precedente» (7)

28 – Las mismas evoluciones religiosas se notaron en el Principado de Anhalt-Dessau. Juan Jorge quiso en 1586 purgar los Estados de la religión sajona o luterana, e introducir en ellos la calvinista; para lo cual hizo publicar en 1597 un Símbolo en 18 artículos, y los predicadores hubieron de escoger entre el desierto o la sumisión a esta nueva fe, pues la orden del príncipe reemplazada perentoriamente la inspiración del Espíritu Santo.

29 –Después de esta brevísima reseña de las variaciones protestantes en su fe, que podría prolongarse muchísimo más, todo lector, por poco avisado que sea, seguramente que más de una vez se habrá hecho estas o parecidas preguntas: ¿Pero cómo es posible que siendo sólo una la fe de Jesucristo (Efe 4,4-5), sobre esa misma fe haya habido necesidad de tantas confesiones de fe esencialmente diferentes? ¿Tan contradictoria es la fe de Jesucristo que hizo necesario que vinieran tantos y tan eminentes «reformadores», uno en pos de otro, para «reformarla», esto es, para limpiarla de las excrecencias de falsedad con que la macularon los precedentes?

¡Imposible, absolutamente imposible! Esa ni es ni puede ser la fe inmaculada de Jesucristo, sino que es un matute carnavalesco que los protestantes nos quieren vender a los católicos hispano-americanos quien sabe con qué torcidos fines, pero ciertamente no con un fin sinceramente religioso.

30 – La fe, como dijimos antes (#6), tiene siempre la misma regla de fe, porque es expresión de la misma verdad, de la verdad más inmutable, que es la verdad divina. Si pues la primera de esas Confesiones protestantes o alguna de las siguientes hubiera expresado fielmente la verdad, no se hubiera necesitado otra cosa para unirlas todas en una misma confesión de fe, que aceptarla todos. Pero porque ni la primera ni ninguna de ellas era conforme a la verdad, por eso anduvieron fluctuantes a todo viento de doctrina (Efe 4,14) que soplaba, y no de parte del Espíritu Santo, evidentemente, porque el Espíritu Santo no se contradice ni tiene que corregirse, porque dice siempre la verdad; sino de parte del espíritu de protesta de cada uno contra todos los demás, sin que las variaciones, ni los equívocos, ni los tratados de avenencia, ni las mutuas concesiones, que no sólo desmedran sino que aniquilan toda la fe; pueden acabar con ese flujo y reflujo que arrastra en su torrente hasta los últimos restos de la fe tradicional, que es la única fe de Jesucristo.

Así comenzaron y así siguen y así seguirán los protestantes mientras les quede un hálito de vida, porque esa inestabilidad de credo es esencial al protestantismo, y equivale a rechazarlos todos y quedarse realmente sin ninguna fe objetiva, sino a lo más con una fe puramente subjetiva y personal, sin objeto correspondiente fuera del sujeto que la siente; con una fe rara, de fe protesta, que consiste no en admitirla tal como Dios lo propone simplemente, sino en una especie de convicción o sentimiento más o menos vago de estar en contacto con Dios, a la manera que un eco se deja oír en la selva sin que se pueda distinguir de dónde viene, ni a donde va, ni que es, ni mucho menos lo que dice (8).

Por esto no tememos asegurar que entre los modernos protestantes doctos, esto es, entre los pastores y profesores de universidades, son muy pocos o quizás ninguno los que conservan su primitiva fe, aunque tan menguada y maleada como queda dicho; al contrario, reina entre ellos una anarquía religiosa tal, que no solo entre los que se llaman «liberales» tipo Harnak, Weigrt, Hermannm, M. Jath, M. Traub, etc.; pero aun entre los llamados «ortodoxos» tales como los que formaban el Consejo Supremo de la Iglesia Prusiana, no puede ser mayor.

Sólo de esa manera se explica el que esos señores del Consejo no tuvieran reparo en enviar una circular a sus iglesias en que decían que no querían hacer del «Símbolo» (se refería al Símbolo de los Apóstoles o Credo Católico) o de alguna de sus verdades «una rigurosa ley de enseñanza, con tal que retuvieran la «verdad fundamental» del nacimiento milagroso de Cristo» (9).

¿De manera que con tal que se retenga la «verdad fundamental» del «nacimiento milagrosos de Cristo» ya se puede ser protestante y pertenecer como tal a la iglesia prusiana? ¡Esto quiere decir que se puede negar todo lo que dice el Evangelio acerca de Jesucristo, incluso su misma Divinidad, y sin embargo de eso pertenecer nada menos que hasta el Consejo Supremo de la Iglesia Prusiana Protestante!!! (¿)

¡Y eso que ellos se jactan de profesar la pura palabra de Dios!… ¡Que sería si así no fuera!

Ciertamente que dan muchísima pena semejantes desvaríos, porque al fin y al cabo son almas redimidas con la sangre de Jesucristo que se pierden; pero no solo no me causa ninguna extrañeza que así obren, al contrario, me parece que ahí tienen que llegar necesariamente las últimas consecuencias lógicas de su «protesta» y del «libre examen» de la Biblia, sin una autoridad que dirija y contenga la debilidad de la mente humana, para que no degenere en los delirios más absurdos.

C – Símbolos Católicos

31 – Tenemos, ante todo, el Símbolo de los Apóstoles, y luego el de Nicea, y el de San Atanasio, que admiten también los protestantes conforme lo declaran públicamente los luteranos en la «Confesión de Ausburgo».

Los calvinistas también lo han declarado solemnemente en diversas ocasiones.

Además de estos Símbolos, tenemos las decisiones de diversos Concilios, principalmente el de Trento, reunido en 1545 para defender la fe católica contra la herejía protestante.

Y sobre todos ellos está la autoridad de la Iglesia, cuya Cabeza visible es el Romano Pontífice de Roma. Pero en fin, estos ya no son Símbolos de fe.

Podría decir alguno que, puesto que nosotros los católicos tenemos también diferentes Símbolos, estamos en esto igual que ellos.

Si, con una diferencia esencialísima, y es: que mientras los Símbolos protestantes son expresiones de una fe más o menos colectiva, los católicos son expresiones de la misma y única fe antigua y universal de la Iglesia Católica, que es la única fe de Cristo.