P. Núñez: Católicos y Protestantes ante la Biblia (2ª parte)

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Transcripción del libro del mismo nombre escrito por el sacerdote argentino David Núñez.

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Capítulo 4 – Fuentes positivas doctrinales y de fe protestantes

Continuación

15 – Porque en efecto, así como en la Iglesia Católica la regla de fe es tan inmutable como la verdad absoluta, que nunca hay que reformar ni puede reformarse en lo más mínimo, porque en ella no cabe error; así, por lo contrario, la regla de fe protestante jamás pudo ni podrá permanecer inmutable, por la profunda razón que señala Tertuliano: «La herejía empezó por innovar, eso es, la dio el ser la innovación, porque si no fuera por ella no hubiera nacido, y no muda de naturaleza sino que sigue siempre innovando»

Y esto es tan evidente que tiene que ser así. Porque todas las cosas se conservan por el mismo principio que las dio el ser. A la Iglesia Católica la dio el ser la unidad, que viene de Dios, y por eso fue y sigue siendo siempre perfectamente una desde su mismo principio; a la herejía se lo dio la desunión, que viene de Satanás; y por eso sin la unidad, que es esencial a la Iglesia católica, la herejía, el protestantismo, no puede subsistir y tiene necesariamente que perecer, porque dice el Señor: «Todo reino dividido, perecerá» (Mt 12,25)

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Muere Sommerville abjurando de su participación en la versión de la nueva misa

El Presbítero que colaboró en la traducción al inglés de la Nueva Misa ha fallecido. Él se retractó en 2002 de su trabajo y denunció la Nueva Misa como probablemente “inválida”

Fuente

El conocido Comité Internacional para la liturgia en inglés tuvo el propósito de protestantizar el desastroso Novus Ordo al hacer la versión en inglés. El Presbítero Somerville, uno de los nueve miembros del Comité, se retractó en 2002 admitiendo que “el Concilio Vaticano II fue desde el comienzo intervenido  y manipulado e infectado por gente modernista, liberal, y filoprotestante” y que la Nueva Misa de 1969, todavía utilizada en la Nueva Iglesia, es “sacrílega y bien podría ser inválida”

Uno de los arquitectos de la anticatólica misa del Novus Ordo, después del Concilio Vaticano II (1962-1965)  ha fallecido. El presbítero Stephen Somerville por lo menos se retractó antes de su muerte a los 86 años el 12 de diciembre de 2015. No obstante, permaneció afiliado a la Arquidiócesis de Toronto, Canadá, y a la manera típica de los novusordistas- se mantuvo a caballo entre los dos lados de la valla – en ocasiones estuvo asociado con Bernie Fellay de la pseudo tradicional Neo-FSSPX.

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P. Núñez: Católicos y Protestantes ante la Biblia (1ª parte)

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Transcripción del libro del mismo nombre escrito por el sacerdote argentino David Núñez.

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Capítulo 1 – Nociones fundamentales

Principio, en general, es aquello de donde es, se hace o se sigue alguna cosa.

En el caso presente llamamos principios a una proposición o verdad de fe, inmediata y evidente que no tiene otra superior en su orden, por ejemplo: la fe en Dios es necesaria para la salvación.

Hago notar aquí que tomo la palabra principio ora en su sentido rigurosos, cuando lo requieren por su naturaleza la materia de que se trata; ora en su sentido un poco más amplio, como para significar las verdades admitidas sin discusión por ambas partes correspondientes.

Los principios en ninguna ciencia se prueban, porque o son verdaderos, y entonces ni necesitan demostración ni puede darse, porque no tienen otra verdad anterior de donde se deduzcan, o son falsos, y entonces no son principio sino errores.

Toda investigación de la verdad supone necesariamente ciertos principios indemostrables de donde procede y en donde se acaba toda demostración. Si no es así, no se puede llegar a un conocimiento cierto de la verdad y a una conclusión cierta que ponga fin a la discusión.

Los principios que se pueden dar en la cuestión que vamos a tratar para probar la verdad, o sea, cuán es y quien posee la verdadera fe, son o generales o particulares; y estos son o comunes o ambas partes contendientes, o propios de alguna de ellas, a saber: católicos y protestantes.

Capítulo 2 – Principios fundamentales comunes a católicos y protestantes

Los llamo principios fundamentales, porque son como el quicio en donde se han de apoyar y concluir mediata o inmediatamente todas las conclusiones.

Y los llamo comunes, porque ambas partes tenemos que admitirlos necesariamente sin discusión posible, so pena de colocarnos fuera del ámbito de la fe, y por tanto también fuera de la presente discusión, si así se quiere llamar este trabajo.

Son los siguientes:

1º – Existe Dios, sabiduría y santidad infinita, y verdad infalible. Luego:

2º- Dios no puede engañarse ni engañarnos. Porque lo primero argüiría en Dios ignorancia. Y lo segundo malicia y pecado, cosas absolutamente imposibles en Dios. Luego:

3º- Hay que creer en Dios siempre que hable o comunique algo a los hombres. Porque la verdad necesariamente fuerza al entendimiento, cuya naturaleza es indagar la verdad o adherirse a ella cuando la ve claramente.

Ahora bien, aunque nuestro entendimiento no vea claramente lo que Dios revela y por qué o el cómo de lo que revela; sí que ve con evidencia que necesariamente tiene que ser verdad lo que Dios revela, cualquier cosa que sea, por el principio 2º, luego:

4º- La fe prestada a lo que Dios dice, es necesaria para la salvación.

Porque supuesto que lo que dice Dios necesariamente ha de ser verdad (principio #2), si nuestro entendimiento conociera claramente que Dios ha dicho o revelado algo, y con todo eso no quisiera creerle, iría contra su propia naturaleza, y por tanto contra la voluntad de Dios, cuyo signo o manifestación es la tendencia natural de las cosas. Y como nadie puede salvarse yendo contra la voluntad de Dios, el que no cree cuando Dios habla, no se salva.

Además porque el no creer a Dios cuando habla, sería hacerle una injuria enorme, haciéndole o ignorante que no sabe lo que dice, o malvado que quiere a sabiendas engañarnos.

5º- Dios ha hablado a los hombres.

Primero por sus Profetas; y luego por su Hijo Jesucristo, por sus Apóstoles y demás autores canónicos.

Lo que Dios ha revelado de esta manera, es objeto material de la fe, en cuanto que debemos creerlo con fe divina, eso es, por la sola autoridad de Dios revelador.

6º- La Sagrada Escritura es el depósito de la fe.

O sea, contiene explícita o implícitamente solo lo que Dios ha revelado a los hombres, esto es, lo que es necesario creer para conseguir la salvación. Y por esto, se suyo, es regla firmísima, infalible y necesaria de fe. De aquí que:

7º- En la Sagrada Escritura no pueda caber error ni contradicción.

No error: Porque Dios no se puede equivocar, ni obligar a nadie a creer el error so pena de eterna condenación, y mucho menos imponer esa pena por no creer en un error, como la impone al que no cree lo que dice la Sagrada Escritura, que es su Palabra.

Ni contradicción: Porque la verdad jamás puede oponerse a la verdad. Luego cuando en la Sagrada Escritura hay dos proposicione que parecen oponerse o contradecirse, 1º la oposición es sólo aparente y no real y verdadera. Lo contrario sería ir contra los principios 2º,6º y 9º. Y 2º Hay que explicar la proposición más oscura por la más clara, sea en sí misma, sea porque otras muchas la confirman.

8º – Los originales de la Sagrada Escritura hoy ya no existen

Sólo tenemos copias y traducciones. Pero aunque unas y otras no sean absolutamente exactas y conformes en todo al original, sino más o menos perfectas, la divina Providencia ha velado porque se conserve sustancialmente íntegra y sin error en la fe la divina revelación.

9º – Hay que admitir una interpretación verdadera de la Escritura, y

10º – Hay que admitir un juez con autoridad suprema que dirima conforme a la verdad divina revelada y sin apelación superior las controversias sobre la fe.

Este juez lo tienen los protestantes y lo tenemos los católicos, como veremos luego (n.7-9)

11º – La fe es necesaria para salvarse (Hebreos 11,6)

12º – El que no cree lo que la Sagrada Escritura dice, cuando consta claramente lo que dice, no cree a Dios, cuya Palabra es; y por tanto no puede salvarse (principio 4º). Por consiguiente:

13º – Todas las verdades de la fe han de ser creídas de igual manera, sin una sola excepción posible (principio 2º)

Porque todas tienen la misma autoridad para ser creídas: la infalibilidad de Dios que las revela. Luego:

14º – El que niega o duda seriamente de una sola verdad de fe, niega o duda toda la fe.

Porque niega la veracidad de Dios. Y así el que quebranta un mandamiento se hace reo de todos, porque niega la autoridad de Dios de donde todos proceden; así el que niega aunque no sea más que una sola verdad de fe, niega toda la fe; porque niega la veracidad de Dios, de donde procede toda la fe. Pues claro es que si Dios puede errar una vez, también dos y todas las demás.

15º – La religión que yerra, aunque sea sólo en una verdad de fe, ni es ni puede ser la verdadera religión.

Porque la religión verdadera tiene que ser forzosamente camino cierto y seguro de salvación (principio 16º). Por tanto tiene que contener y profesar la verdadera fe en toda su amplitud (principios 11º, 13º y 14º), que es el medio necesario y único de salvación (principios 4º y 16º). Y como en la verdadera fe es absolutamente imposible el error (principio 2º y 7º), la religión que yerra aunque no sea más que en una sola verdad de fe, no es la religión de Dios, y por tanto no es la verdadera religión.

16º – Hay obligación grave y so pena de eterna condenación de profesar la verdadera fe o religión.

Porque el que está obligado al fin, también lo está al medio necesario y único para conseguirlo.

Ahora bien, la fe es medio necesario, porque sin fe es imposible agradar a Dios (principio 7º). El que no agrada a Dios no se salva. Luego, sin fe nadie se salva. Y como la fe falsa no es ni puede ser la fe divina, de ahí que hay obligación de profesar la verdadera.

La fe es medio único. Porque una es la fe (Efesios 4,5) y una y única es y ha sido siempre la Verdad. Luego:

17º – Estamos obligados gravemente y so pena de eterna condenación a indagar cuál es la verdadera religión.

Porque hay obligación de profesarla (principio 16º). Nadie puede profesarla sin conocerla. Luego hay obligación de conocerla, y por tanto de buscarla si no se posee.

Pero nótese que esta obligación sólo existe cuando se presenta alguna duda prudente y racional de si será o no será verdadera nuestra religión.

Que cuando la religión que profesamos se nos manifiesta como verdadera por motivos no puramente subjetivos, sino verdaderamente objetivos de credibilidad, tan evidentes que no dan lugar a ninguna duda racional sobre la verdad de nuestra religión; entonces de ninguna manera se puede dudar de la propia, y mucho menos abandonarla para abrazar la ajena.

18º – Dos religiones contrarias no pueden de ninguna manera ser simultáneamente verdaderas, aunque pudieran ambas ser falsas.

Ejemplo de lo primero: el catolicismo y el protestantismo.

Ejemplo de lo segundo: el mahometismo y el budismo.

19º – Jesucristo es verdadero Dios y hombre.

Luego su palabra (o enseñanzas) es necesariamente infalible, sus obras necesariamente santas; sus preceptos o leyes necesariamente obligatorios para todos aquellos a quien se dirigen.

Estos principios son tan infaliblemente ciertos en el orden religioso, que es el que ahora nos interesa, porque de él vamos a ocuparnos; que el que niegue cualquiera de ellos (excepto el 8º en su primera parte, referente a la desaparición de los originales de la Sagrada Escritura, aunque esto todos lo admiten), comete gravísimo pecado mortal y no puede salvarse.

Capítulo 3 – Principios particulares

A – Propio de los Protestantes

– 1º Sobre la Sagrada Escritura

a) En cuanto depósito de la fe: la Sagrada Escritura contiene toda la revelación o Palabra de Dios.

Por consiguiente, lo que no está en la Sagrada Escritura, no es palabra de Dios.

b) En cuanto regla de fe: La Escritura es enteramente clara, al menos en todo lo necesario a la salvación, de tal manera que todos, aun los más rudos, la pueden entender bien.

Dije que todos, aun los más rudos, porque todos están igualmente obligados a salvarse, y por tanto a profesar la verdadera fe. Pero como el único medio infalible de obtener la verdadera fe es la Sagrada Escritura, ya que ellos no admiten un magisterio infalible que la enseñe y la declare, todos, absolutamente todos la tienen que poder entender bien. Por tanto:

Es regla de fe suficiente para probar por sí sola la doctrina necesaria para la salvación. Y así

Es regla única, porque huelga toda otra, que siempre será no sólo innecesaria sino menos segura, porque ella y solo ella es regla infalible de verdad. Luego.

Nadie tiene el derecho exclusivo de interpretación de la Sagrada Escritura, sino que cada cual, interpretándola según su juicio privado, y bajo la influencia del Espíritu Santo, la entiende como la debe entender, y consiguientemente, encuentra en ella infaliblemente la palabra y el pensamiento de Dios.

– 2º Sobre la justificación

El hombre se justifica por la fe sola, sin las obras de la ley de Dios. Podríamos extender mucho más estos principios o proposiciones fundamentales en que diferimos los protestantes y nosotros los católicos, pero parece preferible reducir el número a las propuestas, ya porque en ella está la raíz de todas nuestras diferencias, ya porque ellas solas bastan para dilucidar y resolver todas las cuestiones que se vayan suscitando en el curso de este sencillo trabajo, conforme al fin que nos hemos propuesto.

B – Propios de los Católicos

Propiamente hablando, los católicos no tenemos más que un solo principio que es este:

Creemos todo lo que cree y enseña la Iglesia Católica, Apostólica y Romana.

La Iglesia Católica, respecto de la Sagrada Escritura, enseña:

1º En cuanto depósito de la fe:

a) La Sagrada Escritura contiene la revelación o Palabra de Dios, pero no toda, porque:

b) También la Tradición es verdadera Palabra de Dios.

2º En cuanto regla de fe:

a) La Escritura no es enteramente clara. Por eso:

b) No es regla de fe suficiente; pero aunque lo fuera.

c) No es regla de fe única, ya porque también la Tradicion es regla de fe (1º, b), ya principalmente porque Jesucristo ha puesto otra regla de fe von plena autoridad docente para interpretarla, que es la Iglesia. Por tanto:

d) La Iglesia, para los católicos, es regla de fe exclusiva en el sentido de que ella sola tiene autoridad o poder de interpretarla sin error; y por tanto, en definitiva, es regla única de fe, en el sentido de que, como la regla de fe verdadera tiene que ser necesariamente infalible, y solo ella goza de esta prerrogativa; sólo ella es regla de fe segura, infalible y única.

Por consiguiente, los particulares pueden interpretar la Biblia, en cuanto su interpretación privada esté conforme con la de la Iglesia y subordinada a ella. Y aun así nunca la interpretación privada de cualquier católico, por eminente que sea, tiene valor oficial y auténtico por sí misma.

Porque, repetimos: sólo la Iglesia es la intérprete auténtica y oficial de la Palabra de Dios.

3º Sobre la justificación

La Iglesia Católica enseña:

a) El hombre es justificado por la fe, como fundamento necesario para la salvación (Hebreos 11,6)

b) El hombre es justificado también por las obras, como complemento necesario para la salvación (Santiago 2, 14; 24-26). Y otros muchísimos lugares.

De manera que ni la fe sin obras, ni las obras sin la fe valen para nada en orden a la salvación. Son las dos necesarias por igual cada una en su orden propio; cualquiera de las dos que falte, es imposible la salvación.

Capítulo 4 – Fuentes positivas doctrinales y de fe protestantes

1º – Observaciones generales

10.- Estamos íntimamente convencidos de que las observaciones que vamos a hacer sobre este punto particular, apenas tienen ningún valor para la inmensa mayoría de los protestantes modernos, los cuales, perfectamente en esto consecuentes con los principios del protestantismo, no sólo no quieren saber nada de las personas y fechorías de sus progenitores: Lutero, Calvino, Enrique VIII, Zuinglio y demás corifeos del protestantismo, pero quizá menos aún de sus doctrinas; y por eso arrojando buenamente por la borda como bagaje enteramente inútil todos los Símbolos ideados por los primeros protestantes para concordar en alguna manera las innumerables y profundísimas diferencias en la fe que surgieron entre ellos; se han quedado enteramente ciegos para ver la luminosa verdad que proyecta tantísima discordia sobre la falsedad de la fe que profesan, si es que alguna les queda todavía.

Pero tienen grandísimo valor para aquellos otros que, estén o no de buena fe en el protestantismo, conservan siquiera sea sólo aparentemente el espíritu de sus fundadores.

Y mayor todavía lo tienen para aquellos católicos de ojos tan débiles y enfermizos que, ofendidos por los rayos de luz proyectados por la de que esplendorosa en la frente de su madre la Iglesia, mariposean incauta y vergonzosamente en torno a esa miserable luciérnaga del protestantismo.

Cierto es que, a quienes daña la luz de la verdad, es causa de deserción lo que hubiera de servirles de saludable remedio.

11.- Todos estos, si quieren ver, no tienen más que abrir los ojos, pues es tan clara la luz que arroja este punto de las diferencias protestantes en la fe que, aun sin querer mira, necesariamente quedan iluminados con la luz de la verdad.

Por consiguiente, el no querer ver, más que a falta de luz hay que atribuirlo a falta de buena voluntad.

Porque siendo Dios autor de la fe (principio 5º) que no puede engañarse ni engañarnos (principio 2º), la fe necesariamente tiene que ser una y única (principio 7º y 17º). Luego, es imposible que donde haya diferencias en la fe, esté la verdad.

Si pues la fe y la verdad es una y única siempre, porque la verdad no puede cambiar, el protestantismo que lleva en su entrañas y en sus hechos la variedad y los cambios perpetuos de fe, lejos de ser la fe y religión de Dios, que es la Verdad (San Juan 14,6): es la religión de Satanás, padre de la mentira (Jo 8,44).

Pero en fin, dejemos ahora estas consideraciones y volvamos al punto de partida, de las fuentes doctrinales o de fe protestantes.

12.- Decíamos que el estudio de los documentos, Confesiones o Símbolos protestantes, como suele llamárselos, no tiene hoy día el interés que tuvieron en otros tiempos, pues como ellos rechazan toda autoridad doctrinal que no sea la biblia, sino que son fórmulas convencionales, o si se quiere, expresiones no de la fe exigida por Jesucristo a su Iglesia, sino de la fe individual de aquellos que las compusieron; no pueden ser impuestas obligatoriamente los demás como dogmas de fe sin una contradicción flagrante con la base principal de todo sistema doctrinal de la Pseudo-reforma, que consiste en no admitir otra regla de fe que la Escritura, libremente interpretada por cada uno de los creyentes.

13.- Con todo y a pesar de esa contradicción, o lograron imponerse o fueron aceptadas y seguidas durante mucho tiempo con más o menos fidelidad por unos y por otros, como suelen ellos hacer con todas sus normas de fe, conformándose en esto con su principio fundamental del «libre examen» en materias religiosas. Esto no obstante todavía siguen teniendo estos Símbolos bastante interés, sea por el hecho de haber no pocosprotestantes que los siguen en la forma directa, sea por razón apologética para nosotros, en cuanto que habiendo sido cuando se publicaron declarados, digámoslo así, dogmáticos, ya que todos los adeptos pertenecientes a las mismas sectas de los protestantes que las suscribieron, se obligaron a tener su doctrina, toda o en su sus puntos principales, por dogma de fe; si ahora las han abandonado, una de dos: o realmente no eran artículos de fe, y entonces erraron en la fe cuantos creyeron en ellos como verdaderamente dogmáticos; o eran artículos pertenecientes a la fe, y entonces yerran en la fe cuantos ahora ya los han abandonado.

Luego por donde quiera que se les mire esas Confesiones de fe protestante, prueban la falsedad del protestantismo, porque donde hay error en la fe, no puede estar la verdad. ¿Qué cosa más clara? (Principio 15º)

Pero es de notar además que precisamente la aparición y existencia de esas Confesiones son una refutación histórica, palmaria y perpetua del protestantismo, que con ningún subterfugio se puede negar.

En efecto: he aquí cuál fue la causa de su origen.

14.- A poco de aparecer la Pseudo-reforma surgió tanta confusión y diferencia de opiniones, en virtud, sin duda, de las nuevas luces que el Espíritu Santo, quiero decir, Satanás, había derramado sobre los nuevos secuaces; que no habiendo manera de poder entenderse entre sí y de conservar intacta la poca doctrina tradicional que habían respetado los Novadores, pro bono pacis se vieron estos en la necesidad de recurrir a lo que han recurrido todas las herejías desde el principio del cristianismo; a saber: a formar sus confesiones o reglas de fe; cosa que ya el gran Tertuliano en el siglo II ponía como signo distintivo del error, y se lo echaba en cara a los herejes de su tiempo con estas significativas palabras:

«Los herejes varían en sus reglas, esto es, en sus confesiones de fe: Cada uno de ellos se cree con derecho a mandar y modificar, según sus opiniones, la doctrina que ha recibido, así como la compuso según sus ideas el autor de la secta. La herejía conserva siempre su misma naturaleza, no cesando de innovar, y su progreso es semejante a su origen. El permiso que se tomó Valentín (dígase en nuestro caso Martín Lutero), se lo toman también los valentinianos (póngase los luteranos), los marcionitas (póngase: calvinistas) tienen la misma facultad que Marción (o Calvino); porque los autores de una herejía no tienen más derecho a innovar que sus secuaces. Todo se cambia en las herejías y cuando se penetra en su fondo, se hallan en su progresión diferentes en muchos puntos de lo que han sido en su nacimiento» (1)

¡Cuán estupendamente dicho y cuán de mano maestra retrató aquel genio africano al protestantismo catorce siglos antes de nacer! «La herejía conserva siempre su misma naturaleza»: la incesante variación.