5ª objeción contra el Sedevacantismo: La Iglesia no puede existir sin un Papa durante varias décadas.

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Respuesta: La Iglesia ha existido por años sin un Papa, y eso ocurre cada vez que un Papa muere. La Iglesia ha experimentado un interregno papal (es decir, un periodo sin un Papa) más de 200 veces a lo largo de su historia. El interregno papal más largo (antes de la apostasía del Vaticano II) fue entre los Papas San Marcelino (296-304) y San Marcelo (308-309). Ese interregno duro más de 3 años y medio.[1] Además, los teólogos enseñan que la Iglesia puede existir, incluso por décadas sin un Papa.

El p. Edmund James O’Reilly (1811–1878) destruye el argumento de los anti-sedevacantistas sobre la duración de un interregno papal (periodo en que no hay un papa), mediante la enseñanza de que la Iglesia puede existir sin un papa por décadas

El P. Edmund James O’Reilly fue un teólogo eminente que vivió en la época del Vaticano I. Al escribir después del Vaticano I y de sus definiciones sobre la perpetuidad del oficio papal, él enseña que Dios podría dejar a la Iglesia sin un Papa por más de 39 años, por ejemplo: la duración del Gran Cisma de Occidente (1378-1417). La siguiente cita del Padre O’Reilly se refiere al Gran Cisma de Occidente:

«Podemos detenernos aquí para indagar acerca de lo que se ha dicho de la posición, en esa época, de los tres reclamantes, y sus derechos respecto al Papado. En primer lugar, durante todo el periodo, desde la muerte del Papa Gregorio XI en 1378 – con excepción, por supuesto, de los intervalos entre muertes y elecciones para llenar las vacantes que por ello se creaban- hubo en cada momento dado un Papa verdaderamente investido de la dignidad del Vicario de Cristo y Cabeza de la Iglesia, cualesquiera hayan sido las opiniones que pudieron existir en cuanto a su autenticidad; no habría sido imposible o inconsistente con las promesas de Cristo el que haya habido un interregno que cubriera todo el periodo, porque esto de ninguna manera ha sido manifestado, si bien que, de hecho, no hubo tal interregno».[2]

El P. O’Reilly – quien fue uno de los teólogos más eminentes del siglo XIX – dice que un interregno (un periodo sin un Papa), que abarque todo el periodo del Gran Cisma de Occidente no es en absoluto incompatible con las promesas de Cristo sobre su Iglesia. El periodo del cual está hablando el P. O’Reilly comenzó en 1378 con la muerte del Papa Gregorio XI y finalizo esencialmente en 1417, cuando fue elegido el Papa Martin V. Eso sería un interregno de 39 años (periodo sin un Papa).

Es obvio que el P. O’Reilly está del lado de aquellos que, al rechazar a los antipapas del Vaticano II, mantienen la posibilidad de una vacante en la Santa Sede por un periodo largo. De hecho, en la página 287 de su libro, el P. O’Reilly escribe esta profética advertencia:

«El gran cisma de Occidente me sugiere una reflexión que me tomo la libertad de expresar aquí. Si este cisma no hubiera ocurrido, la hipótesis de que tal cosa sucediera, parecería a muchos algo quimérico [absurdo]. Ellos dirían que no podría ser; Dios no permitiría que la Iglesia llegara a una situación tan infeliz. Las herejías podrían surgir y extenderse y durar penosamente por mucho tiempo, lanzando a la defección y a la perdición a sus autores y cómplices, con gran peligro también para los fieles, aumentado por las reales persecuciones en los muchos lugares donde dominan los herejes. Pero que la verdadera Iglesia pueda permanecer entre 30 y 40 años sin un Jefe bien elegido y representante de Cristo en la tierra, esto no podría ocurrir. Sin embargo, ello ha ocurrido, y no tenemos ninguna garantía de que no volverá a ocurrir otra vez, aunque fervorosamente deseamos lo contrario. Lo que puedo inferir es que no estamos muy aptos para pronunciarnos sobre lo que Dios puede permitir. Lo que si sabemos con absoluta certeza es que Él cumplirá sus promesas. (…) También podemos confiar que Él hará mucho más de lo que se ha obligado a Si mismo por sus promesas. Podemos mirar hacia adelante con esperanzadoras probabilidades de que no vuelvan a ocurrir el futuro algunos de los problemas y desgracias que han acontecido en el pasado. Pero nosotros, o nuestros sucesores en las futuras generaciones de cristianos, quizás verán males más extraños que los que ya hemos experimentado, incluso antes de la inmediata aproximación del gran fin de todas las cosas en la tierra que precederá el día del juicio. Yo no me declaro un profeta, ni pretendo ver infelices sucesos, de los que no tengo conocimiento alguno. Todo lo que trato de dar a entender es que las contingencias en relación con la Iglesia, que no están excluidas por las promesas divinas, no pueden ser consideradas como prácticamente imposibles, solo porque ellas serian terribles y peligrosas en un grado extremo».[3]

Esto es un punto excelente. El P. O’Reilly está diciendo que si el Gran Cisma de Occidente nunca hubiera ocurrido, los católicos dirían que tal situación (tres reclamantes al Papado sin que se pudiera comprobar por décadas quién era la verdadera cabeza) sería imposible – al igual como dicen aquellos que la «tesis» sedevacantista es imposible, a pesar que los hechos demuestren que es cierto.

El P. O’Reilly dice que, habiendo ocurrido el Gran Cisma de Occidente, no tenemos ninguna garantía que no ocurran cosas peores que no estén excluidas por las promesas divinas. No hay nada en contra de la indefectibilidad – que es una de las propiedades esenciales de la Iglesia – el decir que no hemos tenido un Papa desde la muerte de Pio XII en 1958. Todo estaría más bien en contra de la indefectibilidad de la Iglesia católica si afirmáramos que fueron Papas verdaderos los que promulgaron el Vaticano II, junto con apoyar oficialmente a las religiones falsas y paganas, promulgar la Nueva Misa protestante, y sostener que los no católicos no necesitan convertirse para la salvación. Que la Iglesia esté sin un Papa por un largo periodo en la Gran Apostasía es el castigo infligido por Dios a nuestra generación por la maldad del mundo.

La profecía de San Nicolás de Flüe (1417-1487):

«La Iglesia será castigada porque la mayoría de sus miembros, grandes y pequeños, se pervertirán. La Iglesia se hundirá más y más, hasta que, finalmente, parecerá haber quedado destruida, y la sucesión de Pedro y de los demás Apóstoles parecerá haber terminado. Pero después de esto, será exaltada triunfalmente a la vista de todos los que dudaban».[4]

NOTAS

[1] Denzinger 51-52e; Warren H. Carroll, A History of Christendom [Una Historia de la Cristiandad], edición inglesa, vol. 1 (The Founding of Christendom [La Fundación de la Cristiandad]), p. 494; J.N.D. Kelly, Oxford Dictionary of Popes [El Diccionario de los Papas de Oxford], edición inglesa, Oxford University Press, 2005, p. 25.

[2] P. James Edmund O’Reilly, The Relations of the Church to Society – Theological Essays [Las Relaciones de la Iglesia a la Sociedad – Ensayos Teológicos], edición inglesa, 1882.

[3] P. O’Reilly, The Relations of the Church to Society – Theological Essays, edición inglesa, p. 287.

[4] Yves Dupont, Catholic Prophecy «La Profecia Católica», edición inglesa, Rockford, IL: Tan Books, 1973, p. 30.